
Un verano después me tatué una "chupa-rosa" y el que lo hizo tiene un singular afecto por los sonidos. Le he visto grabar insólitos ruiditos y no es que yo sea la mujer tatuada sino que nos hemos vuelto buenos amigos. Su historia insospechada: trabajaba entre barcos de mañana, tatuador de tarde y músico cuando se puede (así era antes, ahora de día es fotógrafo lo demás sigue igual). Esa noche estábamos en casa de una amiga, la neblina era muy densa y los grillos abundaban... Fueron minutos de minimalismo.
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