



Hicimos una hora más, era el mismo desierto pero ahora por su lado al mar: el golfo de santa clara. Hemos pasado por el desierto de altar quizá 15 veces, nunca por ésta vista. Normalmente era precioso: una gran sierra llena de conos de ceniza y al fondo su gran volcán, el pinacate. Ahora todo era arena, humedales cubiertos de duras capas de sal, dunas barchan y en el horizonte el pinacate y el brillante mar. 60 minutos de puro asombro que terminaron en una campechana llegando a puerto peñasco.
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